Fronteras entre el Performance y el Teatro.

Por Leslie Read

Resulta difícil de definir el performance tal como es, por su propia esencia, forma evasiva, transgresora y conmovedora. Aunque está en los márgenes del teatro, es lo opuesto a todas las nociones dramatúrgicas que definen el teatro clásico. El performance surge en la segunda mitad del siglo XX, por los años 60 y 70. Desde entonces ha ido mutando, probando, explorando diferentes formas de expresión, explota marcos congelados y cruza los límites entre disciplinas, asimila y se ha apropiado de otras técnicas (danza, video, artes visuales, filosofía). En esto, su forma no es definida ni única. Puede haber texto o no. No hay roles como generalmente escuchamos ni personajes, sino una o más personas que involucran cuerpo o voz (o alma) en un set.

Los actos están inscritos en lo real, aquí y ahora, y los artistas actúan con toda transparencia. Por lo tanto, el rendimiento, es más, se podría decir, del lado de una experiencia compartida en un tiempo y espacio dado. Puede ser un reflejo de su tiempo, los problemas de la sociedad, sus cambios, puede ser el escenario de cuestiones íntimas, también revela las mutaciones históricas y estéticas de las artes escénicas. Es un espacio de expresión libre y directa en el que puede venir una verdadera presencia y una palabra.

Una de las principales diferencias es que el teatro, como arte escénico, debe interpretarse y verse al mismo tiempo. Primero se crea una pieza de arte visual y luego se ve. A menos, por supuesto, que esté hablando de performance, que vendría siendo un híbrido de teatro y bellas artes. De esta forma, la creación del arte está destinada a ser vista, pero el énfasis está más en lo visual que en la trama, el personaje o el lenguaje.

Hace unos años cuando empecé a interesarme por el performance recuerdo haber visto una entrevista de Marina Abramovic donde decía:

"Para ser un artista de performance, debes odiar el teatro. El teatro es falso. El cuchillo no es real, la sangre no es real y las emociones no son reales. El performance es todo lo contrario: Es un concepto muy diferente. Se trata de la verdadera realidad".

Incluso podría argumentar que son estas convenciones precisas, que le parecen tan artificiales a Abramovic, las que le dan poder al teatro. Después de todo, el público es perfectamente capaz de comprender la naturaleza de la ilusión teatral.

De hecho, cuando se requiere que una audiencia vea algo real e irreal simultáneamente, surge una tensión creativa e imaginativa que nos permite trascender la mundanidad de la vida real, y que puede crear una especie de diversión.

El teatro se representa, pero sigue una estética diferente al "arte de performance". El teatro es drama y el drama se ve obligado a contar una historia. El arte del performance está menos preocupado por la historia y más preocupado por hacer una declaración con impacto. Como estética, es arte, como en las bellas artes, y por lo tanto es mucho más una estética visual. Es necesariamente temático, como lo es el drama, pero no necesita tener una trama. El drama puede ocurrir en un espacio sin luz y puede ocurrir sin el elemento visual, como las reproducciones de radio y las obras de libros. El arte de performance es exhibicionista, por lo que generalmente ocurre en museos. El teatro y el performance a menudo convergen, uno se convierte en el otro y viceversa, pero el teatro comienza con el dramaturgo y el performance comienza con el artista visual.

Según el curador Venezolano José Luis Blondet quien fue jurado en 2018 del concurso Eduardo León Jimenes 27: "El teatro es filosofía, espacio privado. El performance es poesía, espacio público. El teatro privilegia el texto dramático, el performance recurre a otros géneros textuales. El performance se nutre de la improvisación mientras que el teatro es calculado. El teatro es espectáculo, entretenimiento abierto al gran público. El performance es un medio artístico, altamente intelectual, dirigido a audiencias especializadas. El teatro es cóncavo, el performance es convexo."