¨La importancia de documentar lo efímero¨
- LA OTRA PIEDRA
- Nov 9, 2021
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Por Judith López

Foto: obra: Omar y los demás.
El teatro, ha estado presente en la Republica Dominicana desde los tiempos de la prehistoria de la isla, podría considerarse una de las primeras manifestaciones artísticas que se dieron lugar en el “nuevo mundo” tiempo antes de la llegada de los colonizadores. Aquellos areitos, bailes, ritos y ceremonias que formaban parte de la cultura de nuestros primeros pobladores guardaban cierta afinidad con lo que luego se conocería como teatro propiamente ejecutado bajo los parámetros contemporáneos a la época.
La obra teatral: “Octava de Corpus Cristo”, conocida como el entremés de Cristóbal de Llerena cuya trama se convierte en proclama de defensa a los indígenas en base al mal trato practicado contra los primeros pobladores pasa a convertirse en la primera obra teatral dominicana y desde este punto en la historia queda en evidencia la incidencia que tendría en teatro para los dominicanos, siendo esta obra la primera obra artística en ser víctima de la censura en el creciente país.
Sin embargo, aun ante la evidencia de que el teatro ha sido pieza crucial en algunos de los procesos sociopolíticos y culturales del país desde antes de su fundación en 1844, existe una notable carencia de textos que específicamente se dediquen a historiografíar el teatro dominicano desde todas sus aristas. Si es cierto que existen diversos escritos de importantísimos escritores dominicanos como Pedro Henriquez Ureña y Juan Bosch que tocan el tema del teatro dominicano desde puntos cuasi filosóficos, no podemos ignorar la importancia de teorizar sobre el teatro y sus procesos de este lado de la isla.
Entendiendo al Teatro como una manifestación de repercusiones psicológicas, sociológicas y filosóficas, la crítica teatral vendría siendo una mirada complementaria a los agentes conformantes de este proceso como la dramaturgia, la dirección, la producción de la puesta en escena, las actuaciones y el público.
Y es que la crítica su dimensión justa decodificará un acontecimiento y de forma objetiva nos hablará de los atributos de esos procesos, con la intencion de complejizar la experiencia y crear puentes hacia nuevos niveles estéticos mas allá del placer o el agrado por un montaje teatral. Hay creaciones que, como ciertos vinos, para ser valoradas necesitan más elementos de aproximación que solo la crítica puede ofrecer. De aquí que el papel del crítico dominicano debe estar ligado intrínsecamente a la decodificación, teorización y deconstrucción de los símbolos y esquemas identitarios del teatro dominicano.
Pero lamentablemente, este ejercicio crítico, al menos en cuanto a teatro se refiere ha quedado vagando en el tiempo. Y es que el teatro, por su carácter efímero depende de este ejercicio para verse inmortalizado. Aunque es usual que al escuchar la palabra critica se piense inmediatamente en objeción u oposición, quizás hasta en desacreditación de aquello que es puesto bajo el juicio crítico, me apego a la visión Kantiana de la palabra “crítica” como un discernimiento objetivo acerca de algo que era real y del cual se tenía que estar plenamente enterado.
Y para estar plenamente enterados sobre el teatro dominicano se necesita experimentarlo, aprenderlo, y de paso documentarlo desde la antropología, las ciencias políticas y las artes y cito a Saramago diciendo “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.
Pues es la responsabilidad y deber del crítico, el historiador, el investigador y otros especialistas ligados a los procesos sociales crear la memoria tangible de aquellos fenómenos efímeros como lo es el teatro, pues, aunque estos tienen la capacidad de dejar una huella en la mente de los que tienen el privilegio de presenciarlos, también deben tener presencia en la historiograficacion del impacto de esos procesos y ejes creativos.
Y no hay duda de la existencia de textos más contemporáneos al de los autores previamente mencionados como: Desde Platea de Carmen Heredia o los compendios historiológicos de Marcio Veloz Maggiolo, entre otros escritos más acercados a la crónica, pero pocos abordan el teatro desde los puntos cruciales: la semiología teatral, la antropología teatral, la psicología teatral. Puntos de suma importancia, ya que responden las preguntas fundamentales de la creación teatral; ¿por qué se hace teatro? ¿Para quien se hace ese teatro? ¿Cuáles son las intenciones de impacto social y político de ese teatro? ¿Cuáles son sus elementos identitarios? ¿Cuáles son sus formar y variantes? Entre otras.

Foto: obra: Bolo Francisco
La carencia de este tipo de documentos dentro del quehacer critico ha puesto al teatro en una desventaja historiográfica antes los demás fenómenos artísticos que convergen en la isla y de los cuales existe un sin fin de documentos teóricos, críticos, históricos y de entretenimiento que les otorgan un lugar visible en el desarrollo artístico del país y logran posicionarlos en la cima de la Pirámide de la cultura como bien de consumo.
El teatro llego a la isla en una canoa disfrazado de rito, llego nueva vez y se impuso como manifestación artística primera del nuevo mundo, y desde entonces ha estado presente en el quehacer artístico dominicano. Es imperante la necesidad de pensar el teatro dominicano, indispensable la creación de medios que permitan la difusión de ese pensamiento e indiscutible la importancia de documentar sus procesos, que, aunque efímeros, son parte y aporte a su crecimiento y el dialogo, en este pueblo que se fundó en las tablas.
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