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El planteamiento de la verdad en el Teatro Dominicano.

Actualizado: 4 abr 2022

Por: Madeline Abreu.


El paradigma de Waddys Jaquez, y su inclinación fiel hacia la verdad; “La verdad, medicina necesaria para afrontarnos de reencontrarnos como creadores. Y digo inevitablemente la verdad porque partiendo de ella, entonces encontraremos la forma de crear el artificio, el circo, la magia la forma, que, sin la verdad, no es más que eso, forma.”


El concepto de verdad es en este sentido, clave y significado en la determinación creadora y estética. La verdad en el escenario es muy importante. Inmediatamente el artista evade la verdad en su espectáculo, el espectador se da cuenta; lo percibe, lo deja de sentir y de alguna manera es más difícil llegar al objetivo innato del teatro; la catarsis.


Es, sin duda, desde donde se debe partir; una verdad que me identifica y crea mi relación con el mundo, desde mi historia, con las historias de los demás. Nos hace más humanos y cercanos. De alguna manera, el ser humano es verdad, y cuando nos negamos a ella es imposible entendernos y expresar lo que no somos.


Ya sabemos que la verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos, o la realidad a la que dicha afirmación se refiere, es por lo que el creador escénico debe aceptar la verdad y asumirla como naturalmente es; real y palpable, un mecanismo de pensamiento y acción, que vive y experimenta desde su persona, el cuerpo que lo evidencia.


¿Pero qué ocurre cuando el artista miente? En este caso, no existe conformidad y conexión entre lo que un artista manifiesta y lo que ha experimentado, piensa o siente, y esto de alguna manera, distorsiona lo que expresa y evidentemente no es creíble.


Este paradigma es sin duda un manifiesto sobre la esencia misma del artista y también de todas las artes existentes.


In The Heights. Sala Eduardo Brito, Teatro Nacional

La obra de teatro cobra vida si lo que se demuestra es verdad. Verdad en la vivencia del actor que hace creíble su actuación: materializándola y convirtiéndola en realidad; verdad en el lugar donde se encuentran; sumergidos en dicha atmosfera, verdad en otro tiempo que corresponde a dicho espacio, verdad en los diálogos, aun si de una historia de fantasía o de cuento se tratase, verdad en lo que se lleva puesto y en los elementos que utilizo, siendo uno solo con ellos…


De lo contrario, no será más que “forma”, como lo planteado en este paradigma. Pero para poder transformar dicha verdad, el actor debe de haberla conocido antes, de lo contrario, no será más que un repetidor e imitador de emociones, cayendo incluso en estereotipos y en la generalidad.


Al haber vivido mi verdad puedo desde las técnicas teatrales desarrollar cómo abordarla y transformarla. No puedo adaptar algo que no conozco.


La verdad objetiva, la de los hechos, es naturalmente relegada como modo propio al pensamiento científico; del pensamiento artístico es la verdad de su ser en sí: es decir que, la verdad de mentira del «como si» que, como si hubieras, como si te pasara, como si estas; demudado por la de exigencia de una razón excluyente, define una objetividad inmaterial, totalmente imaginaria, exhibida como materia destinada a negarse hasta pulir la racional, que es de donde nacen las distintas técnicas teatrales, todos en búsqueda de esa verdad que venció lo racional, gracias a un trabajo con lo imaginario.


En una de mis clases de seminarios del arte visual, una vez dialogamos sobre lo que comunicaba Cézanne en cuanto a la verdad en la pintura: «Te debo la verdad en pintura y te la diré» y Bernard correspondiéndole, decía: «la verdad está en la naturaleza y lo demostraré». Inspirada en esto, este paradigma de Waddys Jaquez parece ir a la par de esta premisa, merecería: “La verdad está en el teatro y te la interpretaré”.




¿Cómo lograr un teatro de calidad?

REFLEXION del Paradigma de María Castillo, por Madeline Abreu.


Antes de responder este título deberíamos cuestionarnos antes, de manera general ¿qué es la calidad? “La calidad se refiere a la capacidad que posee un objeto para satisfacer necesidades implícitas o explícitas según un parámetro, un cumplimiento de requisitos de cualidad.”


Lo más cierto es que la calidad es un concepto subjetivo. Esto sucede porque la calidad está relacionada con las percepciones de cada individuo para comparar una cosa con cualquier otra de su misma especie, y diversos factores como la cultura, las necesidades y las expectativas influyen directamente en esta definición.


El paradigma opta por ser devoto de llevar actores “impecables”, “maquinaria eficaz“, habla de cuerpos, trabajo de las voces, textos, atmósfera… llevados en un proceso de mecanismo creativo y escénico de manera importante, de la mano con lo estético, lo significativo y lo totalmente contemplativo y transformador.


A raíz de este paradigma, para lograr esta “maquinaria eficaz” de la que habla, propongo las siguientes reflexiones:


I- El director de la obra es el encargado de coordinar los elementos del teatro, pero para lograr calidad debe de tener conocimiento absoluto y comprensión de la obra a montar y darle movilidad a dicha maquinaria, crea la relevante ruta creativa que concluirá el día del estreno de la obra; la debe de alimentar con su estética y sus concepciones, cómo la va a contar, sin olvidar ningún detalle, para que todo finalmente se visualice como una maquinaria autónoma.


"A puertas cerradas" Sala Ravelo, Teatro Nacional. (Noviembre 2021)

II- “Los actores deben de estar impecables”. Estos, como los profesionales encargados de interpretar a los personajes, encarnando su personalidad, sus motivaciones y los conceptos que simbolizan, son los obreros de esta gran maquinaria, son el combustible. Los actores deben de poner de su parte en esta construcción que les corresponde y no ser incoherentes con la propuesta del director ni de la historia. Este debe de dedicarle empeño y desarrollo de la técnica de la voz, de su cuerpo, de su expresividad, de sus recursos, del cultivo de su mente y de sus emociones. Debe de preocuparse por ser impecable en el escenario y trabajar para ello.

Muchos espectadores al terminar ciertas obras de teatro le dicen a uno que otro actor:

-Pensé que eras más alto, te veías más grande en el escenario. -


Esto puede que no esté relacionado a los efectos de una ilusión óptica o una distorsión de las proporciones, el crédito bien se le puede atribuir al trabajo actoral, a la energía que emana desde el escenario y a su impacto interpretativo, donde el ser impecable todo lo engrandece.


III- Y uno de los más importantes es libreto, guion e historia que contar, que es la materia prima con la cual se construye esta maquinaria impecable. Buenos diálogos, (tomando en cuenta de que no todos los personajes se expresan igual), los puntos de giro, el uso de las referencias, la estructura dramática (inicio, desarrollo, conflicto o nudo, clímax y el desenlace). Una historia memorable, con situaciones humanas en cualquier tiempo y espacio. Una capacidad de la escritura en la que nada es imposible.


IV- Y por último, la “maquinaria eficaz” también necesita de elementos que la enriquecen como la escenografía, los vestuarios, el sonido, el attrezzo, luminotecnia.

La escenografía eficaz y coherente (desde el diseño, selección de materiales, estética, ejecución…), el sonido y musicalización (desde la composición, instrumentación, elección de música acorde con la obra y cada escena, instrumentos, efectos de sonido, conceptualización…), también desde la luminotécnica, el cual se divide entre lo real u objetivo; (debe de aplicar la teoría del color, el contraste de la iluminación de las figuras y los actores, las cuales se encuentran sobre unos fondos planos, uso de la geometría, de aspectos bidimensionales y tridimensionales…).

A lo largo de su historia, muchas obras de teatro dominicanas han sido y siguen siendo de una calidad incuestionable, donde todos los aspectos mencionados se han logrado múltiples veces y han terminado siendo memorables. Pero no nos podemos olvidar de que todos los días surgen nuevos grupos, dramaturgos, directores e intérpretes, y entender este paradigma les servirá como foco y les acercará más rápido hacia un teatro de calidad y de representación creativamente eficiente que menciona Castillo.

El Teatro Dominicano como un medio para la trascendencia.


El concepto de trascendencia hace referencia a aquello que se encuentra más allá de la conciencia, por encima de sus límites naturales. Lo burla todo. Para mí esto ocurre y es posible en el teatro. Esto quizás este asociado a la idea de superioridad artística, pero no, aunque “trascender”, en un principio, se vinculaba a la naturaleza de lo divino y su relación con el mundo.


Estoy muy influenciada por Kandinsky, que desde su libro “la espiritualidad en el arte” retoma el discurso de la dualidad inseparable entre forma y contenido, planteando la relación y problema que todo artista debe resolver entre el qué y el cómo. Si bien la forma y el lenguaje del artista (el cómo), su expresión, ésta queda vacía si no la sustenta un significado (el qué), como ocurre en el Arte por el arte donde el arte pierde el alma y no trasciende. Muere inmediatamente. Este entona que el artista que se deje llevar por el éxito se ocupará más del cómo dejando sin pan espiritual al espectador. Esto es muy palpable también en el teatro, en donde docenas de obras son cascarones en búsqueda del éxito.


A un nivel espiritual o filosófico, la trascendencia está vinculada a aquello que está más allá del mundo natural. Lo trascendente está asociado a lo inmortal y a lo esencial. Trascender es sobresalir, alcanzar de una forma u otra algo que está fuera de los límites que impone el cuerpo. Aquí entra el imaginario y la creatividad innata escénica.


Marco Antonio de la Parra afirma: “Pone su cuerpo al servicio de otro ser, aparentemente ficticio, otras palabras que no son suyas, una emoción que no le pertenece”, puede que “No se enseña espiritismo, aunque el actor no sea más que un médium”.


Pero no solo se trata de eso, trascender en el teatro indica la idea de sobrepasar o superar, por ejemplo, los obstáculos sistémicos que van en contra de la fertilidad del teatro, las restricciones, la falta de apoyo, y aun así, lograr presentar la obra con todo en contra y lograr sacar una presentación significativa e importante, y esto es sin duda, una práctica muy ejercida del teatro dominicano, pan de cada día.


Lo constituiría yo en los siguientes pilares, que es justo decir que parte de mi estilo de vida en relación con la espiritualidad en el arte.


La primera sería;


-Trascender en la experiencia del actor/creador en sí, trascender su propia persona en esencia (mente y espíritu) por medio de la obra y en la experiencia del proceso/montaje.


El arte también tiene como fin la experiencia sanadora, única, que supera la materia física, es de catarsis y liberación, pero según la espiritualidad y aspectos metafísicos; “es el alma el que posee un cuerpo”, no es un cuerpo que posee un alma. Al visualizarlo de dicha forma, mi cuerpo físico cobra otro significado, no le quita significado, sino que lo potencializa.


Entonces da como resultado que el cuerpo es vehículo de las emociones y hace posible infinitas historias.


Trascender las historias contadas por nuestra alma y cuerpo en complicidad con mi compañero de escena y la visión del director, donde es posible gracias a la creatividad y el imaginario, que no es más que casi alquimia en esta actualidad, donde imaginar es cada vez más forzoso y trascender es aún mayor.

"En la soledad de tierra de nadie" (Noviembre 2021) San Juan de la Maguana.

Las historias contadas deben de trascender e impactar la vida de quien especta;


He ahí donde la obra habrá trascendido, haciéndose verdad en quienes lo ven (espectadores) ya sean todos de la misma

nacionalidad y perfil, o así sean de culturas y costumbres distintas, otro nivel social o educativo, etc. Y, aun así, le debe de transformar.


Que la obra en sí desde su trabajo escénico constituya una experiencia que se sostiene desde la búsqueda de la verdad, la catarsis desde la identidad únicamente humana, no importando la cultura que se represente, que exista ya una sola cultura, la humana y la condición de esta.


Partiendo de estos ejes mencionados, yo diría que debería de fortalecerse del carácter de lo que es trascendente, es decir, lo que está más allá de lo perceptible y de las posibilidades de lo inteligible, que no se sabe cómo se hizo, y se opone al concepto de inmanencia.


Pero, la inmanencia es el ente intrínseco de un cuerpo; en filosofía se califica a toda aquella actividad que pertenece a un ser, cuando la acción “perdura en su interior y en el exterior”, pero esto ocurre, según esta ciencia: cuando tiene su fin dentro del mismo ser. Es decir, debe de existir la preconcepción de la inmanencia y de que debo de reconocer e identificar mi fin, mi razón, mi objetivo, mi mensaje y mi visión creadora ante el mundo.


¿Qué significa la trascendencia para el artista escénico?


Una obra que trasciende se queda para siempre como una guía y un norte que cambia, una obra que transforme y lleve a la reflexión más interna del espectador, pero, sobre todo, de quienes experimentan la obra desde su rol interprete. Que trascienda también la vida del actor, desde el vínculo con lo espiritual del teatro, lo espiritual de sus personajes, por esto, para ser teatro, creo que no puede estar separado nunca el espíritu del cuerpo.

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